Cada vez que ocurre una calamidad
en el país son muchas las aristas que las autoridades intentan ocultar en los
subterráneos de los acontecimientos, como si la omisión o la distorsión fueran
algo normal, aceptable. El presidente Piñera y su ministro de salud, Jaime
Mañalich, han asegurado que tenían conocimiento del Covid-19 ya en noviembre de
2019 y que habían tomado todas las medidas oportunas a contar de enero de 2020.
Dado lo anterior, surge la pregunta: ¿Si sabían, por qué no comenzaron, de
inmediato, un control riguroso en aeropuertos, accesos terrestres y puertos de
ingreso al país? No se necesitaba ser Aristóteles para darse cuenta de que esa
era la solución para evitar el ingreso y expansión del virus en nuestro
territorio. La respuesta no es difícil de rescatar de los subterráneos del
cerebro de Piñera, Mañalich y demás autoridades de gobierno: Para ellos, sobre
la salud de los chilenos está el lucro, el bienestar de la clase cuica y de los
dueños del retail. El 80% de quienes
ingresan al país a través de aeropuertos, desde “paraísos turísticos”,
pertenecen a esta casta social, no los podían importunar con tonteras. Por otro
lado, controlar en puertos o pasos terrestres, por donde ingresan mercaderías
diversas, habría afectado, calcularon, los negocios nacionales e
internacionales de los dueños del venerado retail.
Entonces, ¿qué hacer? Optaron por el viejo adagio: “En el camino se arregla la
carga”, y si la cosa se complica la culpa es de los chinos y de algunos
irresponsables.
Pues bien, ante la impudicia del
gobierno, sucedió lo que tenía que suceder, el virus llegó a Chile y comenzó su
expansión. Cundió el pánico entre los ciudadanos y de paso la derecha
gobernante consiguió imponer su política represiva sin mayor oposición y con la
complicidad de la prensa: Toque de queda, cuarentenas, miedo, estados de
excepción y militares en las calles. Es decir, el escenario ideal para el neo-pinochetismo
que nos gobierna. ¿Será el fin de la rebelión que comenzó el 18 de octubre de
2019? ¿Volverá a postergarse el plebiscito por una nueva Constitución, o
finalmente pasará al olvido por causa de una nueva ley surgida entre “gatos y
medianoche”? ¿Nunca más se hablará de las violaciones sistemáticas de los DD.HH
del gobierno de Piñera y Chile Vamos? Son preguntas que no deben ser pasadas
por alto.
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