La reapertura judicial del caso
de los jóvenes quemados por una patrulla militar en 1986, y las declaraciones de
Carmen Gloria Quintana, sobreviviente del hecho, en un programa de televisión,
manifestando que el ejército debería pedir perdón como institución por el
crimen cometido, ha despertado la inquina de distintos personajes de la
derecha, aflorando como una plaga el pinochetismo soterrado que mantienen
intacto en sus corazones. El discurso de estos devotos se desarrolla sobre la
base de la manipulación de los acontecimientos y la ambigüedad discursiva,
evidentemente intencional, que busca ocultar sus verdaderos sentimientos de
justificación de las violaciones de los derechos humanos. Tales discursos
resultan de una ramplonería y cinismo grotescos. Por un lado, “condenan los
hechos” -sería impresentable, ante la opinión pública, no condenarlos- pero
acuden a “contextos” con los cuales intentan exculpar o morigerar las acciones
genocidas de la dictadura encabezada por el general Pinochet y sus esbirros,
tanto civiles como militares. Su principal “piedra de toque” es la Unidad
Popular, a la que demonizan hasta la majadería, mintiendo sobre lo que todo el
mundo hoy sabe: que el gobierno de Salvador Allende fue víctima de un complot
de la Casa Blanca, gobernada en aquella época por Richard Nixon. Pruebas hay de
sobra: pagos a la prensa, principalmente a El
Mercurio, a los acaparadores de alimentos, a terroristas de Patria y
Libertad, a la Democracia Cristiana, a los camioneros, etcétera. Las razones:
el gobierno de la Unidad Popular quería acabar con la explotación del hombre
por el hombre, tan sencillo como eso. ¿Cometió errores el gobierno popular? Sí,
cometió errores, como todo gobierno, pero ningún error justificaba el bombardeo
a La Moneda ni el genocidio posterior iniciado por las fuerzas armadas el 11 de
septiembre de 1973, como pretende hacerlo creer la derecha, explícita o
implícitamente, con su sonajera de patrañas.
La derecha, debilitada por la
corrupción de sus empresarios y políticos, ha elegido nuevamente el camino del
complot, esta vez para intentar desestabilizar el gobierno de Michelle
Bachelet, acusándolo de izquierdista (pero que, en honor a la verdad, está a
años luz de ser un gobierno de Izquierda). Agregan que la Nueva Mayoría [que,
para ser justos, en muchos temas, es tan sin vergüenza como la derecha] se
aprovecha del tema de los derechos humanos para embolinar la perdiz a la gente
y ocultar su cloaca. De paso lanzan salvavidas a los militares, cuya historia
está plagada de crímenes. No por nada en la masiva conmemoración del 1º de Mayo
de 1912 los manifestantes portaban un cartel que rezaba: “El ejército es la
escuela del crimen”, y eso que faltaba por venir lo peor. Entre los defensores
de los militares, algunos botones de muestra: el empresario César Barros ha
dicho, entre otras ramplonerías, que “el ejército ha hecho tantas cosas buenas
por Chile que tiene derecho a haber cometido muchos errores”. La periodista
Teresa Marinovic, en un intento, impresentablemente burdo, por justificar lo
injustificable afirma que: “Lo que
la izquierda no le perdona a Aylwin es tener al menos en el Golpe, coincidencia
con la derecha, porque ni siquiera el fracaso de la UP reconocen”. El militar
acusado de quemar a Rodrigo Rojas de Negri y a Carmen Gloria Quintana, coronel
(r) Julio Castañer, se da el lujo de decir que todo fue “un accidente”. El
diputado de la UDI, Jorge Ulloa, pide honores para el general (r) Manuel Contreras,
jefe de la DINA y condenado a cadena perpetua, por crímenes atroces, en caso de
fallecer.
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