La alegría ya viene, sentenciaba el eslogan que llamaba a votar por
el NO en el plebiscito de 1988, y si bien el triunfo en las urnas, incentivado
por la movilización social y las protestas, de quienes repudiaban la sangrienta
dictadura militar, abrió las puertas a otro Chile, la alegría plena sólo se
festejó en el reino de la tribu del caradepalismo.
Por un lado, la derecha golpista y económica que, amparados en la Constitución
de 1980 y en leyes ilegítimas, continuaron profitando del patrimonio colectivo
y abusando mediante la trilogía crédito-usura-deuda,
que tantos réditos les ha reportado. En la otra acera se encontraban los
dirigentes de la Concertación, cuya mayoría, al degustar el sabor del poder, se
echó al bolsillo la “alegría” del pueblo. Tras veinte años de gobiernos
concertacionistas y tres de derecha, interrelacionados sin vergüenza alguna,
irrumpió el movimiento social y los estudiantes con una fuerza de envergadura
notable. A lo que se sumó la utilización de las redes sociales como un arma de
opinión y denuncia permanente, desde donde los ciudadanos ejercen su derecho a
manifestarse sin tapujos.
El panorama cambió y la gente se dio cuenta de que sí se puede luchar
contra el abuso, cada día con mayor fuerza, en un proceso donde esa fuerza se potencia
cada vez más. El movimiento social se ha tomado las tribunas que antes se le
negaban, a pesar de todos los esfuerzos de la clase política por desmovilizarlo
y desacreditarlo. La alegría del caradepalismo
poco a poco es desenmascarada, sobre todo en lo que toca a los dirigentes de
los partidos de la Concertación, porque la derecha es en esencia cara de palo. Una
democracia de verdad, honesta, transparente, solidaria, respetuosa de los
derechos humanos, no puede contar entre sus autoridades a personajes de la
derecha pinochetista. Una nueva Constitución debería prohibir el pinochetismo
de la misma manera que en Alemania se prohíbe el nazismo. Tampoco una
democracia real debe contar, en el servicio público, con fariseos de la clase
de Enrique Correa, Francisco Vidal, Fernando Flores, René Cortázar, Guido
Girardi, Camilo Escalona, José Joaquín Brunner, Jaime Estévez, Jorge Navarrete,
Nicolás Eyzaguirre, Óscar G. Garretón, Andrés Velasco y un largo etcétera. Los
caras de palo deben ser erradicados de la política nacional, ya bastante han lucrado
a costa del pueblo que dicen
representar.
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