En la mitología
nórdica-escandinava, tras el Ragnarökk,
la batalla final donde dioses y demás seres, controladores del poder, sucumben para
dar paso a un nuevo mundo donde el ser humano podrá por fin vivir sin desdichas,
me parece una analogía ajustada a lo que debe pasar con la casta política
chilena para que el pueblo pueda desarrollarse en plena libertad y ser dueño de
su propio destino colectivo. ¿Quiénes componen la casta política? La componen
los partidos políticos, el gobierno, los grandes empresarios transnacionales,
el Parlamento, la Corte Suprema. Instancias que deciden a su arbitrio por quién
se debe votar en las elecciones, qué se debe ver en televisión, qué impuestos
son los correctos, qué religión es la que debemos profesar, qué debemos leer, qué
debemos comer, etcétera.
Los fundamentos de esta casta, y
en los cuales basan su derecho para sentirse poderosos sobre los demás, lo manifiestan
argumentando que son representantes de nuestra “tradición republicana”. De hecho,
el cesado ministro de salud, Jaime Mañalich, ha dicho para justificar en parte
su salida: “Es mi deber republicano
dar un paso al costado”. Y qué decir de los parlamentarios y dirigentes de
partidos políticos, repiten como loros la consigna. Es cosa de ir a los
archivos de la prensa nacional para ratificarlo. Lo peor de todos es que esta
casta sigue considerando a las fuerzas armadas, explícita o implícitamente,
como el bastión moral de la sociedad, siendo que la historia lo desmiente
debido a todos sus crímenes contra el pueblo desde 1830 a la fecha. Una nueva
sociedad democrática, con su nueva Constitución, debe reformar completamente a
las fuerzas armadas.
La casta política está controlada,
colonizada por el “republicanismo”, un modo de gobernar que proviene de un
mercachifle corrupto como fue Diego Portales, al que le levantan estatuas y le
atribuyen virtudes que jamás tuvo. Un ejemplo actual de lo que digo son las
declaraciones rastreras de dirigentes del Frente Amplio en pro del “republicanismo”
para sacar a Chile de la desigualdad en que vive el ochenta por ciento de su
pueblo. Otro ejemplo es cómo el PS, PPD y DC pactan con la derecha opresora, atribuyéndose
la representación de todo un país. El “republicanismo” que hoy se convoca no es
más que un modelo actualizado del modelo al que se opusieron los igualitarios encabezados por Bilbao, es
el modelo que derrocó a Balmaceda y Allende, el modelo que entró a saco en el
Wallmapu y exterminó a los pueblos patagónicos, el modelo que permitió las
matanzas de obreros y cimentó la República oligárquica con toda su explotación
y robos.
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